GRAFFITIS EN MADRID

Rainer Maria Rilke - Esperienza della morte






Cantemos, cantemos... de Juan L. Ortiz

Oriana Fallaci - Un Uomo


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Alekos Panagulis
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"Un rugido de dolor y de rabia se alzaba sobre la ciudad,... Un rugido que no tenía nada de humano. En efecto, no se alzaba de seres humanos, criaturas con dos brazos y dos piernas y un pensamiento propio, sino que se elevaba de una bestia monstruosa y carente de pensamiento: la multitud... El pueblo, en suma."
-Oriana Fallaci-


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Homenaje a Alejandra Pizarnik por Olga Orozco


Pequeña centinela,
caes una vez más por la ranura de la noche
sin más armas que los ojos abiertos y el terror
contra los invasores insolubles en el papel en blanco.
Ellos eran legión.
Legión encarnizada era su nombre
y se multiplicaban a medida que tú te destejías hasta el último hilván,
arrinconándote contra las telarañas voraces de la nada.
El que cierra los ojos se convierte en morada de todo el universo.
El que los abre traza las fronteras y permanece a la intemperie.
El que pisa la raya no encuentra su lugar.
Insomnios como túneles para probar la inconsistencia de toda realidad;
noches y noches perforadas por una sola bala que te incrusta en lo oscuro,
y el mismo ensayo de reconocerte al despertar en la memoria de la muerte:
esa perversa tentación,
ese ángel adorable con hocico de cerdo.
¿Quién habló de conjuros para contrarrestar la herida del propio nacimiento?

¿Quién habló de sobornos para los emisarios del propio porvenir?
Sólo había un jardín: en el fondo de todo hay un jardín

donde se abre la flor azul del sueño de Novalis.
Flor cruel, flor vampira,
más alevosa que la trampa oculta en la felpa del muro
y que jamás se alcanza sin dejar la cabeza o el resto de la sangre en el umbral.
Pero tú te inclinabas igual para cortarla donde no hacías pie,
abismos hacia adentro.
Intentabas trocarla por la criatura hambrienta que te deshabitaba.
Erigías pequeños castillos devoradores en su honor;
te vestías de plumas desprendidas de la hoguera de todo posible paraíso;
amaestrabas animalitos peligrosos para roer los puentes de la salvación;
te perdías igual que la mendiga en el delirio de los lobos;
te probabas lenguajes como ácidos, como tentáculos,
como lazos en manos del estrangulador.
¡Ah los estragos de la poesía cortándote las venas con el filo del alba,
y esos labios exangües sorbiendo los venenos de la inanidad de la palabra!
Y de pronto no hay más.
Se rompieron los frascos.
Se astillaron las luces y los lápices.
Se degarró el papel con la desgarradura que te desliza en otro laberinto.
Todas las puertas son para salir.
Ya todo es el revés de los espejos.
Pequeña pasajera,
sola con tu alcancía de visiones
y el mismo insoportable desamparo debajo de los pies:
sin duda estás clamando por pasar con tus voces de ahogada,
sin duda te detiene tu propia inmensa sombra que aún te sobrevuela en busca de otra,
o tiemblas frente a un insecto que cubre con sus membranas todo el caos,
o te adrementa el mar que cabe desde tu lado en esta lágrima.
Pero otra vez te digo,
ahora que el silencio te envuelve por dos veces en sus alas como un manto:
en el fondo de todo jardín hay un jardín.
Ahí está tu jardín,
Talita cumi.

miércoles, 31 de diciembre de 2008

Frida kahlo Two nudes in the fores





Two nudes in the fores

ADIÓS

Adiós, locura de mis treinta años,
besado en julio bajo la luna llena
al tiempo de la herida y la azucena.
Adiós, mi venda de taparme daños.

Adiós, mi excusa, mi desorden bello,
mi alarma tierna, mi ignorante fruta:
estrella transitoria que se enluta,
esperanza de todo por mi cuello.

Adiós, muchacho de la cita corta;
adiós, pequeña ayuda de mi aorta,
tristísimo juguete violentado.

Adiós, verde placer, falso delito;
adiós, sin una queja, sin un grito.
Adiós, mi sueño nunca abandonado.


Carilda Oliver Labra


miércoles, 24 de diciembre de 2008

Dead Can Dance - Sanvean





Te Mando Ahora a Que Lo Olvides Todo




Te mando ahora a que lo olvides todo:
aquel seno de nata y de ternura,
aquel seno empinándose de un modo
que te pudo servir de tierra dura;

aquel muslo obediente pero fiero,
que venía de sierpes milenarias;
aquel muslo de carne y de me muero
convocado en las tardes solitarias;

aquel gesto al echarme en la locura;
aquel viaje al amor, de mi cintura;
aquel gusto en la piel a lirio extraño,

aquel nombre pequeño bajo el nombre,
aquel pecado de volverte un hombre
en el vicio feliz de hacerme daño.




Carilda Oliver Labra

martes, 16 de diciembre de 2008

"DE LA EROSION DE LAS NUBES O DISCURSO SOBRE LOS DESPLAZAMIENTOS DE LA REALIDAD", POEMA DE ENRIQUE MOLINA RECITADO POR MENASSA







Enrique Molina



El vino oscuro de la tierra
Donde mojas los labios cuando pasan las horas
Tiene un sabor de cárcel transparente
—Su perla de ceniza se deshace en latidos—
Cada uno de nosotros vierte en él su veneno
Y la mujer que avanza desde el fondo del vaso
Mece en sus brazos blancos el sentimiento de la lejanía
A veces tan profundo
Como la música producida por un arco de infancia al rozar como un violín la tumba de un pájaro
O la tormenta enterrada viva en el bosque
Atravesada por temas salvajes
Con un canto de pinos cuyas raíces en forma de hélices los conducen más allá de los límites de la memoria
Hasta el fondo inacabable erizado por la sagrada esfera de estiércol de un insecto
Un país de cimerios
De ritos en torno a una brasa lunar donde ponen a hervir el agua de las lágrimas
Poblado por criaturas sin rostro
Desplegando un reguero de hormigas a modo de sonrisa
¡Oh escucha ese galope!
La andrajosa diligencia se pierde por el camino pantanoso
Y cuando una vez más
El demente cochero te saluda
Los destellos de su alto sombrero enceguecen las mariposas de otrora como la llama en que deben morir
Su espalda se transforma en un armario con negros frascos de golosinas sombrías
O una almohada cubierta de pequeños trocitos de alcanfor
A cuya sola vista ciertas enfermedades transparentes retrocedían espantadas sobre el terciopelo de antaño
Pero su látigo aún chasquea con el mismo fulgor
Y el beber otro trago
Torna la lenta fuga de las cosas
Torna el adiós de espumas del último peldaño en la escalera del embarcadero
(Noche tras noche
En el silencio de mi habitación
Un puerto envuelto en una enorme gasa negra
Saca del agua su torno ornado con imágenes obscenas
Y la serpiente embriagadora de ese vertiginoso color azul-deliro de la tinta de tatuar
Exaltando el deseo de la desolación y la tentación de lo desconocido
En los ángulos las cariátides de sal encienden los sueños destinados a la venganza
Sus miradas son una vasta sala donde suben y bajan las mareas alimentando la llama de los candelabros
E inclinándose sobre mi lecho en la sombra con un jadeo sofocante
Balancean sus cabellos de oro incorruptible a las canciones sedentarias
Y desaparecen con el amanecer a través de los muros
Dejando sólo una plancha de paisaje gris podrido por la nostalgia marina)
Ahora bien,
Los más bellos amores
Tienen sus alas sin paz en la lujuria de lo pasajero
Sobre esos terrenos vagos donde hay siempre una niña acosada por los lobos
La heroína incomparable bajo la telaraña del tiempo perdido
Bella y cruel
Su retrato tiene el color de la corriente estival
Con su lerda voz ocre de barcaza
Esa gran flor de nombres melancólicos
Esa rampa sin fin
Pero las cartas escritas en cada hoja amarilla
Y el viejo cartero sin rostro cuya valija se abre como las venas
Hasta perder la vida
A cada caricia
A cada sollozo
A cada cabellera que despliega su abanico de plumas en el aire de un sueño
A cada esfinge que teje un destino mortal con un hilo infinito
¿Qué mensaje indecible depositan en medio de esta seda de adiós
Sobre la panoplia de los seres
A través de los intersticios en la juntura de los años?...
Bebe de un largo trato ese vino imantado
Hecho con el brebaje de los lugares ardientes
Los diferentes grados de latitud
El sonido marino de un cuerpo enamorado flotando en la corriente
Las sábanas plegadas como un guante aferrado a un perfume
Las promesas abandonadas en ciertas habitaciones donde brota la lluvia
Y el nombre de los meses siempre empañando el cristal del deseo con el aliento de lo irrecobrable
Un hombre cuenta el oro de sus lágrimas
Oro de carcelero
Oro decapitado
Ligeramente oculto en la madurez casi terrible de las flores

domingo, 7 de diciembre de 2008

RAUL GONZÁLEZ TUÑÓN prestidigitador de poemas y revoluciones





Un 29 de marzo de 1905 en la casa con dos patios y un níspero de la calle Saavedra, frente al muro de un asilo, nacía Raúl González Tuñón. En el barrio del Once aquella casa ya no existe, tampoco el muro ni el asilo. Hoy sólo puede verse, como una mancha de humedad, una placa ennegrecida por la polución, casi perdida, sobre una pared que ni se sabe a qué predio pertenece, y recuerda aquel día, el del nacimiento del gran poeta, contemplador del mundo.


"Vi la luz en el barrio del once, en el surero
Cerca de allí nació también Julio de Caro
y escribió de la Púa sus memorables versos.
Entonces aún la luna bajaba hasta los patios
¿Era todo mejor? No lo sé. Era distinto" (1)

Tal vez tanto olvido no sea casual, tratándose de alguien cuya voz se dejó escuchar muy lejos de los círculos oficiales. Por convicción y elección propia su conducta fue la del "contra" y por eso, sólo consiguió un espacio en la marginalidad, ésa de la que tanto habló en sus poemas.

Hijo de inmigrantes españoles de origen obrero, el sexto de siete hermanos heredó el compromiso social de su abuelo materno, Manuel Tuñón, un minero asturiano y socialista que fue el primero en llevarlo a una manifestación.

Su otro abuelo, Estanislao González fue un imaginero borracho y aventurero, que jamás salió de España. Se quedó pintando el manto de la virgen que sus vecinos llevaban en las procesiones, recorriendo bares y persiguiendo muchachas. De él, escucharía increíbles anécdotas a lo largo de su infancia y obtendría el perfil lírico y el espíritu andariego.

En el comienzo de su adolescencia comenzó a patear la ciudad. El cine "Select", y a su lado, el bar y billar "El buen Orden", lo vieron descubrir la poesía de Darío, Carriego y Baudelaire. Comenzó a escribir en mesas de lecherías y bancos de la Plaza Garay. Épocas de verse "todas las zarzuelas habidas y por haber" del Teatro San Martín, tiempos en los que conoció a Carlos de la Púa (el poeta de mayor cultura alcohólica de las barras trasnochadas de la Avenida Corrientes) y días en los que decidió abandonar el Colegio Nacional para "condenarse" a autodidacta y poeta.

A los 17 años, Raúl recibió 15 pesos por su poema "A Frank Brown" (el payaso), publicado en la revista Caras y Caretas. Por entonces, ya era un gran conocedor de los bajos fondos porteños, tema esencial de su primer libro El violín del diablo, (1926) donde retrató como nadie ese Buenos Aires de fondas, cafetines y cabarutes de marineros, prostitutas, ladrones y canallas. Libro de 49 poemas que relataban sus andanzas juveniles en el puerto, los suburbios y conventillos, y está dedicado a sus hermanos Enrique y Oscar, ("los más indulgentes espectadores de mis versos"):

"...El dolor mata, amigo, la vida es dura
y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa
Si quiere ver la vida color de rosa
Eche veinte centavos en la ranura..." (2)

Este libro, y las influencias de Enrique, su hermano, le permitieron ingresar en el diario Crítica. Su director, Natalio Botana, quien se jactaba de tener en su redacción a los jóvenes poetas de la nueva generación, convocó a Raúl a sus filas. ("....para mí, un buen poema, es la mejor carta de presentación de un periodista...").

El diario Crítica fue una gran escuela de periodismo. Por allí pasaron Nalé Roxlo, Borges, Arlt, Petit de Murat y Nicolás Olivari, entre tantos otros. Tenía Raúl por entonces veinte años y todo el mundo ante sus ojos viajeros y, coqueteando entre los grupos antagónicos de Florida y Boedo, abrazó las primeras vanguardias, participando de la mítica Revista Martín Fierro, junto a Borges, Girondo y Discépolo, entre otros. González Tuñón, hoy suele figurar en las antologías de ambos grupos, por abrazar las premisas del primero, pero sin desoír los dardos afilados que el grupo de Boedo, de la mano de Roberto Arlt, Leónidas Barletta y Alvaro Yunque, lanzaban desde su prosa.

Los hermanos Tuñón fueron un puente entre ambos grupos. Y finalizados los años veinte, cuando la polarización política se hizo evidente, debieron definir su posición. El joven poeta de las tabernas, se convertiría en el primer poeta político-social de la Argentina. Viajero inagotable, los puertos y los caminos fueron su obsesión. Natalio Botana, enseguida comprendió que "este Raúl, el hermano de Enrique, es un pájaro y hay que tratar de tenerlo siempre afuera".

Esta atinada percepción hará que se convierta en corresponsal del diario y allí comenzarán los viajes donde recogerá diferentes vivencias, transformándolas en poesía. La huelga obrera de la Patagonia, en 1921, tiene uno de sus primeros portavoces en Tuñón.

"...la multitud de todos los países que se
[dirigen al sur de la tierra
en busca del pan y de la muerte,
la multitud de todos los países que se
[dirigen al sur de la tierra
en busca de la nostalgia y el olvido,
se detiene ahí donde oasis del viento patagónico
[la tierra estéril
lanza sus perros amarillos." (3)

Producto de estas experiencias como periodista viajando por el interior del país, fue Miércoles de Ceniza, (1928). Aquí, el poeta hizo un reconocimiento geográfico de su propia historia y de la historia de Argentina, en una suerte de revisionismo trasgresor y a contramano del oficialismo. Con este libro, Raúl ganó el premio Municipal. Con los 500 pesos del premio, sacó un pasaje en el buque español "Puerto de Palos", para finalmente "anclar en París". El dinero se acabó pronto, pero nació en consecuencia La Calle del agujero en la media (1930), el gran salto desde los bares de Buenos Aires, hasta una mesa en Montparnasse. Un libro enamorado de París, sus mujeres, sus esquinas, su bohemia y el surrealismo.

"...Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,
una calle que nadie conoce ni transita.
Sólo yo voy por ella con mi dolor desnudo,
sólo con el recuerdo de una mujer querida
Está en un puerto. ¿Un Puerto? Yo he conocido
[un puerto.
Decir: Yo he conocido, es decir: Algo ha muerto." (4)

Luego de pasar por Barcelona regresó a la Argentina autoritaria de la década infame. Botana participó de esta insurrección militar, incubándola desde su diario. Luego esto jugará en su contra y terminará preso, con su diario clausurado y un breve exilio del que regresó en 1932.

Con Crítica reabierto, estalló la guerra en el Chaco Paraguayo entre Paraguay y Bolivia y fue Raúl el enviado al frente para relatar las patéticas imágenes de la tragedia. Allí vió el horror de los cadáveres de "soldaditos que morían abrazados", el olor a "tierra arañada por la desesperación, a árboles quemados, a restos de trajes, de zapatos". Fue el cronista del dolor inmediato.

"...Tenemos un hambre de perro.
Nos enloquece la fiebre roja.
del otro lado, en la trinchera
enemiga, también están
la sed, el hambre, el sueño. Espera
tu sucio pedazo de pan..." (5)

En Buenos Aires, cerca del puerto, en esas tabernas a las que el poeta adolescente les había cantado; obreros, estudiantes y empleados sin trabajo habían levantado Villa Desocupación. Una vez más, González Tuñón fue el designado para contar lo que allí pasaba. Mezclado entre la gente, escribió el gran reportaje de esas vidas, al que llamó La ciudad del hambre. Luego, cuando allí se estaba organizando una marcha de protesta, Raúl estuvo con ellos, mientras la policía arremetía a tiros y sablazos contra la gente que corría "entre sus casas de cartón y arpillera".

Como reacción inmediata, Tuñón fundó la revista Contra y allí publicó su poema "Las brigadas de choque", una especie de arte poética y discurso ideológico que definía su postura contra la burguesía y "los plumíferos guardianes del orden constituido" Poema, que como es usual para quienes se salen del dogma, le ocasionó cárcel y un procesamiento que tendría veredicto recién en 1965: dos años de prisión condicional.

En 1933, Tuñón decidió exiliarse en España. Durante los años siguientes sucederán hechos fundamentales. Conocerá a su primera esposa, musa de uno de los poemas de amor más bellos:"Lluvia" y publicará El otro lado de la estrella, (1934), una historia de trotacaminos, donde se alternarán relatos y "poesía de cuento", como más tarde definiría su autor. Luego, Todos bailan, poemas de Juancito Caminador, (1935), una especie de alter ego del poeta, imaginado a partir de una etiqueta de whisky Johny Walker, donde se veía a un personaje de bastón y galera caminando por el mundo. Poesía romántica de amores furtivos y grandes amores, mezclada con política y retratos de viajes anteriores.

"...Tú venías hacia mí y los otro seres pasaban
No habían despertado al amor, no sabían nada
de nosotros.
De nuestro gran secreto.
Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos,
la ternura de nuestra fatiga..." (6)

Una sublevación de mineros en España, en 1934, le mostraría una realidad todavía más violenta a la que había conocido como corresponsal del diario de Botana. Conocerá a Dolores Ibarruri, la Pasionaria y trabará amistad con Neruda, (por esa época Cónsul en Madrid), con Federico García Lorca, Miguel Hernández y Rafael Alberti, entre otros compañeros de letras y de lucha. De la sublevación obrera nació La Rosa Blindada (1936), un libro que reúne todos los elementos fundacionales de la épica de Tuñón, acciones heroicas de los mineros con sus mujeres e hijos; la historia de Aída Lafuente muerta en la cuenca minera de Asturias y poemas donde anticiparía el sangriento prólogo a la Segunda Guerra Mundial: el levantamiento de Franco.

"...Donde el carbón se junta con la sangre
y la ametralladora bailarina
lanza sus abanicos de metralla.
Donde todo termina..." (7)

Raúl regresó a Buenos Aires poco antes del fatídico julio del 36’, con el fin de organizar la Sección Hispanoamericana de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. En Argentina reinaba el autoritarismo, el poeta estaba en la mira del gobierno, y tras publicar "8 Documentos de Hoy", donde reunía parte de su trabajo solidario con la República española, se enteró de la muerte de Federico García Lorca y decidió que su lugar estaba en España. Consiguió que La Nueva España, un periódico republicano editado en Buenos Aires, lo enviara como corresponsal de guerra.

Allí verá que la muerte está en las calles y los campos, compartirá el dolor y los bombardeos con León Felipe, Nicolás Guillén y Antonio Machado y dará cuenta de los terribles sucesos, más tarde, en dos libros Las puertas del fuego y La Muerte en Madrid.

"¡Qué muerte enamorada de su muerte!
¡Qué fusilado corazón tan vivo!
¡Qué luna de ceniza tan ardiente
en dónde se desploma Federico!... (8)

En 1939, acompañó a Neruda a Santiago de Chile. En un viaje que inicialmente era de quince días y resultó de cinco años. Allí fundó el diario El Siglo, escribiendo en él dos columnas diarias donde siguió, con su estilo mordaz e irreverente levantando sus contestatarias banderas. En Chile enfermará su esposa y desde allí seguirá Raúl, paso a paso las noticias de la Segunda Guerra Mundial, la ocupación alemana en París, la invasión a la Unión Soviética, la destrucción de Guernica.

Allí pensará más que nunca en sus amigos por el mundo y a ellos les dedicará su libro Canciones del tercer frente (1941), donde se reunían cuatro libros: Himnos y canciones; A nosotros, la poesía; Las calles y las islas y Los caprichos de Juancito caminador.

"...Subiré al cielo,
le pondré gatillo a la luna
y desde arriba fusilaré al mundo,
suavemente
para que esto cambie de una vez" (9)

En 1943 publicó Himno de pólvora, con poemas y textos en prosa cuyo tema central eran los hechos de la guerra, y la bellísima Elegía en la muerte de Miguel Hernández. Ese mismo año perdió a su compañera y a su hermano, Enrique. A partir de ese momento ellos estarán presentes siempre, buscándolos, rescatándolos a través de sus poemas. Poco después conoció a Irma Falcón, la madre de su primer hija, Aurora Amparo.

Con la irrupción del peronismo, González Tuñón regresó a Buenos Aires y publicó su primer Canto Argentino, libro estructurado en cuatro partes, donde alternaba la historia pasada con la inmediata, una suerte de canto general de las luchas del pueblo argentino.

En el año 1952, Raúl vuelve a casarse, es Nélida Rodríguez Marqués, quien será su compañera hasta el fin de su vida y la madre de su segundo hijo, Adolfo Enrique. Sus poemas retomaron el lirismo de los poemas iniciales, en lo que él mismo definiría más tarde como "realismo romántico" y expresaría claramente en dos libros Hay alguien que te está esperando (1952), donde recordaba a sus queridos que ya no están y Todos los hombres son hermanos, (1954) donde reaparecía el barrio, el tango, el puerto y su vida personal inserta en cada verso.

"...¿Veis, hermanas? Él llega. Pronto, tended la mesa.
No, no se ha ido, no. ¿No es eterna la espuma?
¿Las gaviotas perdidas, el otoño, la bruma?
He aquí, precisamente, a Enrique que regresa." (10)

Un grupo de jóvenes, cercanos a la estética de González Tuñón formaron un grupo literario llamado "El pan duro", que funcionará entre el año 55’ y el 57’. De allí surgirá el primer libro de Juan Gelman: Violín, y otras cuestiones, y José Luis Mangieri creará la editorial La Rosa Blindada donde Raúl publicará algunos de los libros de su última producción.

Desde 1963, el poeta de los caminos, realizará sus últimos viajes y se sucederán nuevos libros: Demanda contra el olvido (1963); Poemas para el atril de una pianola; El rumbo de las isla perdidas; y La veleta y la antena (1969), afianzando elementos dispersos de libros anteriores, mezclados con recuerdos, nostalgias, que aludían a la bohemia, la política y el amor. Ellos, serán una especie de autobiografía poética, una síntesis de la obra de su vida, de la vida de su obra.

"...La nostalgia es la cita azul con el pasado
y una forma del sueño.
Esa corriente oculta y silenciosa
que se opone al olvido con decoro.
Es el domingo triste del recuerdo.
y la suave saudade de lo que un claro día
fue tocante, entrañable.
De lo que hubo hondo y bello
entre tantas cosas...
No sólo es el pasado,
tiene intención de futuro.
Adivina, espera
aquello que mañana no afeará la vida." (11)

La noche del 13 de agosto de 1974, Raúl escribió su último poema, en homenaje a Victor Jara, el cantor asesinado por la dictadura de Pinochet. Al día siguiente, a la hora de la siesta partió para encontrarse con él, con Federico, Antonio y Miguel, con Amparo y Enrique, con el abuelo imaginero y el abuelo socialista, para junto a todos ellos, esta vez caminar el cielo, pintándolo de poemas y de revoluciones.

Notas:

1. "El Barrio", de A la sombra de los barrios amados, 1957. Ed. Lautaro - Buenos Aires.
2. "Eche veinte centavos en la ranura", de El violín del diablo, 1926. Ed. Gleizer - Buenos Aires.
3. "El cementerio patagónico", de La Rosa Blindada. 1936. Ed. Federación Gráfica Bonaerense - Buenos Aires.
4. "La calle del agujero en la media", de La calle del agujero en la media, 1930. Ed. Gleizer - Buenos Aires.
5. "La pequeña brigada", de El otro lado de la estrella. 1934. Ed. Sociedad amigos del libro Rioplatense - Montevideo
6. "Lluvia", de Todos bailan (poemas de Juancito Caminador) 1935. Ed. Don Quijote - Azul.
7. "Donde todo termina", de La Rosa Blindada, 1936. Ed. Federación Gráfica Bonaerense - Buenos Aires.
8. "Muerte del poeta", de La muerte en Madrid, 1939. Ed. Feria - Buenos Aires
9. "La luna con gatillo", de Canciones del tercer frente (Himnos y canciones), 1941. Ed. Problemas - Buenos Aires.
10. "Enrique González Tuñón" de Hay alguien que está esperando (el penúltimo viaje de Juancito Caminador), 1952. Ed. Carabelas - Buenos Aires.
11. "Elogio de la nostalgia", de Poemas para el atril de una pianola., 1965. Ed. Horizonte - Buenos Aires.


Fuentes:

* El hombre de la Rosa Blindada, Pedro Orgambide. (1998) Ed. Ameghino - Buenos Aires.
* Conversaciones con Raúl González Tuñón, Horacio Salas (1975) Ed . La Bastilla - Buenos Aires.
* "Los proyectos de la vanguardia",(1968) Centro editor de América Latina


Fuente de la noticia: Rosana Gutiérrez

http://www.nodo50.org/Raul-Gonzalez-Tunon.html

POEMAS DE RAUL GONZÁLEZ TUÑÓN



RIACHUELO DE LA VILLETTE



Cualquier tarde.
Yo anduve por sus muelles
sombríos, largos, de fluviales nombres
-Marne, Loire, Oise, Seine-:
las aguas sucias de petróleo y aceite.
hablo del Riachuelo proletario, abandonado
a los pies de París,
arrastrándose
igual que esos pontones de maderas cansadas
que cargan vino, cemento, cereales
y por la noche cuidan los perros guardianes.
Esos perros lanudos, atorrantes, tan humanos,
de sordos ladridos y turbias miradas
que a veces cuelgan en los viejos puentes
una tristeza dolorosa y extraña.

Boliches para obreros y ladrones
que al mediodía comen carne de buey y hablan
de cosas importantes.

Mostradores maduros de puñetazos y canciones,
moscas aplastadas contra los vidrios por los mocosos sin
calzones.
Riachuelo escurridizo, estrecho, verdoso, gris, nublado
casi siempre
su cielo de taller, de aserradero, de molino harinero,
su horizonte de fábricas en donde
sueñan las chimeneas.
Calles tortuosas y húmedas que mueren en sus bordes,
calles angostas de sonoros nombres,
de alzados nombres populares
queridos al oído de sus habitantes.
Calles que vienen de los mataderos
y traen todo el rumor y todo el polvo de ese arrabal
de las insurrecciones, de las resignaciones, de los asesinatos
y los entierros pobres,
de las ferias trashumantes y los circos sin nombre.

Bassin de la Villette, tan humilde, tan trágico,
hermanito menor del Sena, desheredado.
Una tarde, a la hora en que los niños pobres vuelven de las
escuelas
y orinan graciosamente en tus orillas.

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “La calle del agujero en la media”

LOS AVIONES

Las luces se apagaron ante el torrente súbito,
el gran Tomate Histórico se instaló en las afueras.
Los huevos que cayeron inventaron al Bosco.
Parecía mentira tanta muerte a pedazos.

Tanta muerte a torrentes hacia la mar corriendo,
hacia la mar remota de desiertos poblados,
hacia la oscura noche de la perfecta ausencia
que apenas entrevemos cuando estamos dormidos.

Después la calma ardiente y violenta de un trópico
de sangre y humo bajo las ruinas de la luna.
Los perros que tenían el secreto del miedo
lamieron los escombros de la pálida sombra.

Los tranvías llevados a encerrar, retornaron;
la Cibeles detuvo sus leones heridos;
un lobo aullante, largo, se instaló en la avenida.
La sirena anunciaba el crimen ya pasado.

La sonrisa no había sucumbido del todo.
Un pueblo enamorado de la vida sacaba
de su dolor antiguo, universal y abierto,
la fuerza necesaria para una sonrisa.

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “La muerte en Madrid”

POEMA QUE COMPUSO
JUANCITO CAMINADOR
PARA LA SUPUESTA MUERTE
DE JUANCITO CAMINADOR

Juancito Caminador...
Murió en un lejano puerto
el prestidigitador.
Poca cosa deja el muerto.

Terminada su función
-canción, paloma y baraja-
todo cabe en una caja.
Todo, menos la canción.

Ponle luto a la pianola,
al conejito, a la estrella,
al barquito, a la botella,
al botellón, a la bola.

Música de barracón
-canción, baraja y paloma-,
flor de trapo sin aroma.
Todo, menos la canción.

Ponle luto a la veleta,
al gallo, al reloj de cuco,
al fonógrafo, al trabuco,
al vaso y a la carpeta.

Su prestidigitación
-canción, paloma y baraja-
el tiempo humilla y ultraja.
Todo, menos la canción.

Mucha muerte a poca vida.
¡Que lo entierre de una vez
la Reina del Ajedrez
y un poeta lo despida!

Truco mágico, ilusión
-canción, baraja y paloma-
que todo en broma se toma.
¡Todo, menos la canción!

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “Los caprichos de Juancito Caminador”

EL VISITANTE

“El poeta es un espía de dios.”
shakespeare

Cuando el invierno vele los fantasmas azules
de la niebla en el barrio
y ya sean memoria la mudanza, el entierro del gorrión,
el domingo,
y los libros se callen en las estanterías
para que vuelva sin temor el grillo
del hogar, fugitivo de un distante verano,
preguntará al olvido
dónde se oculta el espía del tiempo,
en qué relojería, en qué almanaque,
en qué caja de música
abandonada por un niño
y junto a cuál de las sutiles ventanas del crepúsculo
donde sólo hacia adentro puede asomarse uno
la saudade construye sus delicados puentes.

Y desde qué clavel del aire
o qué alga marina, o qué arpa de Harpo Marx
apareciendo en un desván, de súbito,
el porvenir –que es poeta- nos mira.

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “Poemas para el atril de una pianola”

BLUES DE LA ISLA DE PAPEETE

No sé por qué una estatua musgosa, rota con un hilo
de agua verde en la podrida piedra; no sé por qué
me ha hecho recordar Papeete, adonde van a refugiarse
los fracasados de la aventura, la resaca...
¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra?
Le diré que detrás de la estatua rota hay chimeneas,
usinas, niños que juegan en las rampas y desocupados
al pie de las cocinitas.
Le diré que delante de la estatua rota se extiende la rambla salada
de todos los vientos y el mar abierto de todos los caminos.
¿En que pueblo, en qué ciudad azul y olvidada, en qué ciudad
con corazón de isla he visto la estatua rota que me hizo
recordar Papeete?
¿Cuándo he visto Papeete yo, recortado en un muro sonoro,
bajo la lluvia intermitente y huidiza de los ukeleles?
Charles Simonds acaba de servirme un “Mint juleps” y luego
me tomaré un “Tom Collins”.
¿A dónde van las cartas perdidas, las fotografías de estrellas
desaparecidas, los gritos de tantos niños abandonados,
las voces desatadas de tantos imposibles amores?
¿Por qué encuentro tantos subpaisajes, tantos submundos
y nadie quiere creerme y nadie me hace caso mientras
en el Dispensario gritan las parturientas?
Si yo te llevara conmigo, si te dijera: Mira. Quizá tú, espantada,
exclamarías: “¡Madre, el vecino del segundo se ha vuelto loco!”
Y soy tan humano, impresionable y terrible como un niño.
Cuidando y observando siempre las vidas y las muertes de los otros;
sin cuidar de mi vida y de mi muerte.
Porque cada uno lleva su vida y su muerte consigo.
¡Lejana luna de maremoto! Sería lindo ser poeta para cantarla.
Sólo he podido verla desde un ojo de buey, porque yo estaba
en el sueño.
Y todos estamos presos en el sueño.
Y todos somos el sueño de Dios. Él nos está soñando y nosotros
creemos que verdaderamente vivimos. (Qué hermosa idea
se me ha ocurrido, pero sin duda falsa, tan falsa como mi viaje
a la isla de Papeete).
Porque cada uno es real.
Porque el alma, los sueños, el clima humano, son realidad.
Porque cada uno lleva su vida y su muerte consigo
y eso es también hermoso.



RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “El otro lado de la estrella”



ESCRITO SOBRE UNA MESA DE MONTPARNASSE

(I)

Una tarde, por el ancho rumor de Montparnasse,
por ese aire de provincia tan confianzudo y claro
-cada ventana paga su pedazo de sol con una canción-
anduve bebiendo el buen vino rojo y alegre como una
canción,
rojo y alegre como una revolución.
Y entonces pensé: ¿Qué haré ahora de mi vida?
Tengo dos amigos, un saxofonista y un vendedor
de globos.
Ellos me han dicho: Viene el invierno y eso es terrible.
Los gatos se calientan al sol, pero un hombre necesita
de la buena lumbre, de la buena carne y de la mujer
siquiera dos veces a la semana.
Algunas me han detenido en Montmartre
pero me piden cigarrillos y cien francos
y yo sólo puedo darles ágiles besos casi inéditos
y hablarles de mi país sin que ellas me comprendan
y decirles que Blanca Luz está en México
sin que ellas me pregunten quién es Blanca Luz.

(II)

Una noche, bajo la vieja luna de París degollada en los
techos
-la luna que alumbra a los enamorados y a los cobardes-
yo vi cómo en un alto balcón
se amaban un muchacho y una muchacha.

Vengo de Buenos Aires, digo a mis amigos desconocidos,
de Buenos Aires que es tres veces más grande que París
y tres veces más pequeña.
Y aunque mi sombrero y mi corbata y mi espíritu canalla
sean productos perfectamente europeos
soy triste y cordial como un legítimo argentino.

Diría, soy un pobre muchacho abandonado aquí
como una valija rotulada en todas las aduanas del mundo
y quisiera irme a Turkestán porque Turkestán es una bonita
palabra
y mi amigo Michel Berboff nació en Turkestán.
¡Pero si yo pudiera llevar a la práctica algo que hace días
reflexiono!
Ponerme a gritar sobre la Torre Eiffel con afilados gritos
para que venga una mujer y me ame.

(III)

¿Conocen ustedes el Neuquén?
Allí hay cabañas de troncos de árboles
y pulperías en donde venden cojinillos y libros de
Maurice Dekobra.
¿Y Tucumán? Aquí sólo puede buscarse la noche
en los ojos de sus mujeres
y las guitarras de sonoras y floridas parecen patios.
¿Y Mendoza? En Mendoza los niños saben cantar
porque han nacido al borde de las acequias.
¿Y La Rioja? Yo anduve por ahí adolescente y barbudo
y perdí una elección con cincuenta pesos y una vaca,
absorto, como Buster Keaton.
¿Y Santa Fe? En Santa Fe viví treinta días en un convento
con ocho frailes franciscanos que iban doblándose
hacia el suelo.
Los duendes venían hasta mi cuarto trayendo briznas de sol
y por la noche se ocultaban en las hornacinas
para hacerles señas a los perros sin dueño y a los viajeros
extraviados.
Nosotros tenemos además estaciones abandonadas,
pozos de petróleo
y escuelas rurales como en los cuentos de Francis Bret
Harte.
Pero lo que no tenemos es la alegría verdaderamente
constante,
la risa verdaderamente pura, el corazón verdaderamente
libre.

(IV)

Y no se hable de mi corazón.
Yo quisiera
anunciar la función en los circos
dando puñetazos a las estrellas rojas.
Yo quisiera escupir los vidrios de un expreso de lujo
para que rabien los millonarios.
Yo quisiera interrumpir todas las conversaciones telefónicas
para ver si encuentro una palabra, una sola palabra para mí
y abrir toda la correspondencia del mundo por ver si alguien,
una sola persona, tiene un recuerdo, un solo recuerdo para mí.
Yo quisiera arrojar una bomba, derrocar un gobierno,
hacer una revolución con mis manos amigas de la luz,
de la caricia,
destruir todas las tiendas de los burgueses
y todas las academias del mundo
y hacerme un cinturón bravío de rutas inverosímiles, como
Alain Gerbault,
para que venga Blanca Luz y me ame.


RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “La calle del agujero en la media”




La calle del agujero en la media



Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad
y la mujer que amo con una boina azul.
Yo conozco la música de un barracón de feria
barquitos en botellas y humo en el horizonte.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad.
Ni la noche tumbada sobre el ruido del bar
ni los labios sesgados sobre un viejo cantar
ni el afiche apagado del grotesco armazón
telaraña del mundo para mi corazón.
¡Ni las luces que siempre se van con otros hombres
de rodillas desnudas y de brazos tendidos!
-Tenía unos pocos sueños iguales a los sueños
que acarician de noche a los niños dormidos-.
Tenía el resplandor de una felicidad
y veía mi rostro fijado en las vidrieras
y en un lugar del mundo era un hombre feliz.
¿Conoce usted paisajes pintados en los vidrios?
¿Y muñecos de trapo con alegres bonetes?
¿Y soldaditos juntos marchando en la mañana
y carros de verduras con colores alegres?
Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera
y mi alma tan lejana y tan cerca de mí
y riendo de la muerte y de la suerte y
feliz como una rama de viento en primavera.
El ciego está cantando. Te digo: ¡Amo la guerra!
Esto es simple querida, como el globo de luz
del hotel en que vives. Yo subo la escalera
y la música viene a mi lado, la música.
Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda
alegres en lo alto de una calle cualquiera.
Alegres las campanas como una nueva voz.
Tú crees todavía en la revolución
y por el agujero que coses en tu media
sale el sol y se llena todo el cuarto de luz.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,
una calle que nadie conoce ni transita.
Solo yo voy por ella con mi dolor desnudo
solo con el recuerdo de una mujer querida.
Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.
Decir, yo he conocido, es decir: Algo ha muerto.


Raúl González Tuñón
La calle del agujero en la media (1930)

jueves, 4 de diciembre de 2008

EL DESEO DE LA PALABRA


EL DESEO DE LA PALABRA

La noche, de nuevo la noche, la magistral sapiencia de lo oscuro, el cálido roce de la muerte, un instante de éxtasis para mí, heredera de todo un jardín prohibido.

Pasos y voces del lado sombrío del jardín. Risas en el interior de las paredes. No vayas a creer que están vivos. No vayas a creer que no están vivos. En cualquier momento la fisura en la pared y el súbito desbandarse de las niñas que fui.

Caen niñas de papel de variados colores. ¿Hablan los colores? ¿Hablan las imágenes de papel? Solamente hablan las doradas y de ésas no hay ninguna por aquí.

Voy entre muros que se acercan, que se juntan. Toda la noche hasta la aurora salmodiaba: Si no vino es porque no vino. Pregunto. ¿A quién? Dice que pregunta, quiere saber a quién pregunta. Tú ya no hablas con nadie. Extranjera a muerte está muriéndose. Otro es el lenguaje de los agonizantes.

He malgastado el don de transfigurar a los prohibidos (los siento respirar dentro de las paredes). Imposible narrar mi día, mi vida. Pero contempla absolutamente sola la desnudez de esos muros. Ninguna flor crece ni crecerá del milagro. A pan y agua toda la vida.

En la cima de la alegría he declarado acerca de una música jamás oída. ¿Y qué? Ojala pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.


LA PALABRA DEL DESEO


Esta espectral textura de la oscuridad, esta melodía en los huesos, este soplo de sliencios diversos, este ir abajo por abajo, esta galería oscura, oscura, este hundirse sin hundirse. ¿Qué estoy diciendo? Está oscura y quiero entrar. No sé qué más decir. (Ya no quiero decir, yo quiero entrar) El dolor en los huesos, el lenguaje roto a palabras, poco a poco reconstituir el diagrama de la irrealidad.

Posesiones no tengo (esto es seguro; al final algo seguro). Luego u na melodía. Es una melodía plañidera, una luz lila, una inminencia sin destinatario. Veo la melodía. presencia de una luz anaranjada. Sin tu mirada no voy a saber vivir, también esto es seguro. te suscita, te resucito. Y me dijo que saliara al viento y fuera de casa en casa preguntando si estaba.

Paso desnuda con un cirio en la mano, castillo frío, jardín de delicias. La soledad no es estar parada en el muelle, a la madrugada, mirando el agua con avidez. La soledad es n o poder decirle por no poder circundarla, por no poder darle un rostro, por no poder hacerla sinónimo de un paisaje. La soledad sería esta melodía rota por mis frases.


Alejandra Pizarnik
De: “FIGURAS DEL PRESENTIMIENTO”
(En “EL INFIERNO MUSICAL”)
–1.971-

Rainer Maria Rilke - Esperienza della morte

viernes, 28 de noviembre de 2008

amor árabe mi única familia





Renuncio a ser ateo

por Miguel Oscar Menassa

Renuncio al cine comercial, distribuidores, exhibidores, técnicos y críticos comerciales.

En realidad, no renuncio: llevaré adelante una guerra contra todos estos estamentos de poderes contra la cultura.

Guerra que, antes de declarar, sé que perderé.

Pero quiero decir que a un poeta le importa muy poco perder o ganar, y que perder, para un poeta, es que algo o alguien lo silencie.

Y eso es lo único que quiero decir al comenzar: nada de silencio, voces al viento en libertad.

Lo de “voces” es porque pienso tener aliados. Y, por último, como el cine nos enseña, el silencio es para los corderos.


En:
http://www.elblogmaravilloso.com/2008/diciembre/aznar.htm

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Hablando Con Alejandra








Hablando Con Alejandra




“Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado
y las paredes no guarecen, yo hablo.”

-Alejandra Pizarnik-




Me apoyo en lo que pareces querer decir
porque imagino una casa enferma,
un cielo sin azul
y un tejado sin nada.


"La yacente anida en mí con su máscara de loba.
La que no pudo más e imploró llamas y ardimos."


Me imagino que ya te has dado un nombre,
y yo que no tengo nombre,
me imagino que voy a tenerlo.


"Y yo no diré mi poema y yo he de decirlo.
Aún si el poema, -aquí y ahora- no tiene sentido, no tiene destino."


Es porque tú eres Alejandra
que esta noche no cubro mi cara del espejo,
porque le hablaste a los espejos
y encendiste colores en la muerte,
es porque ya has detenido la gran puerta
para que todavía te escuchemos,
no tú, no nadie,
la puerta se ha detenido
para que entráramos las demás.


"Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.”


Y no dice aquello que le hace al silencio,
no dice aquello que el silencio otorga como palabra,
aquello que falsifica mi voz, mi silencio y mi sueño,
aquello que me asesina en cada letra y yo no he dicho
sino la imagen camicace de los locos,
la propia piedra enloqueciendo
al tratar de entrar en alguna palabra.


"Ella tiene miedo de no saber nombrar lo que no existe."


Por eso hablo contigo,
creo ríos enteros de palabras,
oigo a los cómicos agitar las manos en torno a tus voces,
siento la ausencia en forma de pared,
el teclado es ausencia,
mis pies fríos se apoderan del reloj,
mañana seré toda del olvido,
mañana seré el reflejo de una caja roja en una lágrima,
mañana agitaré mis manos al agujero de la imaginación.


"...yo no sé de pájaros
no conozco la historia del fuego
pero creo que mi soledad debería tener alas..."



¿Alejandra, me oyes?







1° voz: Alejandra Pizarnik
2° Voz: Pilar García Puerta
7-04-04






,

jueves, 20 de noviembre de 2008

LA SALA DE PSICOPATOLOGIA


Alejandra Pizarnik


Alejandra Pizarnik escribió este poema en 1971, durante su estadía en el Hospital Pirovano. El texto fue mecanografiado y tenía correcciones a mano de la autora. No conocemos los datos de publicación. Alejandra Pizarnik nació en 1936 y se mató en 1972, en Buenos Aires, Argentina.


Después de años en Europa
Quiero decir París, Saint-Tropez, Cap
St. Pierre, Provence, Florencia, Siena,
Roma, Capri, Ischia, San Sebastián,
Santillana del Mar, Marbella,
Segovia, Avila, Santiago,
y tanto
y tanto
por no hablar de New York y del West Village con rastros de muchachas estranguladas
-quiero que me estrangule un negro –dijo
-lo que querés es que te viole –dije (¡oh Sigmund! con vos se acabaron los hombres del mercado matrimonial que frecuenté en las mejores playas de Europa)
y como soy tan inteligente que ya no sirvo para nada,
y como he soñado tanto que ya no soy de este mundo.
aquí estoy, entre las inocentes almas de la sala 18,
persuadiéndome día a día
de que la sala, las almas puras y yo tenemos sentido, tenemos destino,
-una señora originaria del más oscuro barrio de un pueblo que no figura en el mapa dice:
-El doctor me dice que tengo problemas. Yo no sé. Yo tengo algo aquí (se toca las tetas) y unas ganas de llorar que mama mía.
Nietzsche: “Esta noche tendré una madre o dejaré de ser”.
Strindberg: “El sol, madre, el sol”.
P. Éluard: “Hay que pegar a la madre mientras es joven”.
Sí, señora, la madre es un animal carnívoro que ama la vegetación lujuriosa. A la hora que la parió abre las piernas, ignorante del sentido de su posición destinada a dar a luz, a tierra, a fuego, a aire,
pero luego una quiere volver a entrar en esa maldita concha,
después de haber intentado nacerse sola sacando mi cabeza por mi útero
(y como no pude, busco morir y entrar en la pestilente guarida de la oculta ocultadora cuya función es ocultar)
hablo de la concha y hablo de la muerte,
todo es concha, yo he lamido conchas en varios países y sólo sentí orgullo por mi virtuosismo –la mahtma gandhi del lengüeteo, la Einstein de la mineta, la Reich del lengüetazo, la Reik del abrirse camino entre pelos como de rabinos desaseados -¡oh el goce de la roña!
Ustedes, los mediquitos de la 18 son tiernos y hasta besan al leproso, pero
¿se casarían con el leproso?
Un instante de inmersión en lo bajo y en lo oscuro,
sí, de eso son capaces,
pero luego viene la vocecita que acompaña a los jovencitos como ustedes:
-¿Podrías hacer un chiste con todo esto, no?
Y
sí,
aquí en el Pirovano
hay almas que NO SABEN
por qué recibieron la visita de las desgracias.
Pretenden explicaciones lógicas los pobres pobrecitos, quieren que la sala –verdadera pocilga- esté muy limpia, porque la roña les da terror, y el desorden, y la soledad de los días vacíos habitados por antiguos fantasmas emigrantes de las maravillosas e ilícitas pasiones de la infancia.
Oh, he besado tantas pijas para encontrarme de repente en una sala llena de carne de prisión donde las mujeres vienen y van hablando de la mejoría.
Pero
¿qué cosa curar?
Y ¿por dónde empezar a curar?
Es verdad que la psicoterapia en su forma exclusivamente verbal es casi tan bella como el suicidio.
Se habla.
Se amuebla el escenario vacío del silencio.
O, si hay silencio, éste se vuelve mensaje.
-¿Por qué está callada? ¿En qué piensa?
No pienso, al menos no ejecuto lo que llaman pensar. Asisto al inagotable fluir del murmullo. A veces –casi siempre- estoy húmeda. Soy una perra, a pesar de Hegel. Quisiera un tipo con una pija así y cogerme a mí y dármela hasta que acabe viendo curanderos (que sin duda me la chuparán) a fin de que me exorcisen y me procuren una buena frigidez.
Húmeda.
Concha de corazón de la criatura humana,
corazón que es un pequeño bebé inconsolable,
“Como un niño de pecho he acallado mi alma” (Salmo)
Ignoro qué hago en la sala 18 salvo honorarla con mi presencia prestigiosa (si me quisieran un poquito me ayudarían a anularla)
oh no es que quiera coquetear con la muerte
yo quiero solamente poner fin a esta agonía que se vuelve ridícula a fuerza de prolongarse,
(ridículamente te han adornado para este mundo –dice una vida apiadada de mí)
Y
Que te encuentres con vos misma –dijo.
Y yo le dije:
Para reunirme con el migo de conmigo y ser una sola y misma entidad con él tengo que matar al migo para que así se muera el con y, de este modo, anulados los contrarios, la dialéctica supliciante finaliza en la fusión de los contrarios.
El suicidio determina
un cuchillo sin hoja
al que le falta el mango.
Entonces:
adiós sujeto y objeto,
todo se unifica como en otros tiempos, en el jardín de los cuentos para niños lleno de arroyuelos de frescas aguas prenatales,
ese jardín es el centro del mundo, es el lugar de la cita, es el espacio vuelto tiempo y el tiempo vuelto lugar, es el alto momento de la fusión y del encuentro,
fuera del espacio profano en donde el Bien es sinónimo de evolución de sociedades de consumo,
y lejos de enmierdantes simulacros de medir el tiempo mediante relojes, calendarios y demás objetos hostiles,
lejos de las ciudades en las que se compra y se vende (oh, en ese jardín para la niña que fui, la pálida alucinada en los suburbios malsanos por los que erraba del brazo de las sombras: niña, mi querida niña que no has tenido madre -ni padre, es obvio-).
De modo que arrastré mi culo hasta la sala 18,
en la que finjo creer que mi enfermedad de lejanía, de separación de absoluta NO-ALIANZA con Ellos
-Ellos son todos y yo soy yo
finjo, pues, que logro mejorar, finjo creer a estos muchachos de buena voluntad (¡oh, los buenos sentimientos!) me podrán ayudar,
pero a veces –a menudo- los recontraputeo desde mis sombras interiores que estos mediquillos jamás sabrán conocer (la profundidad, cuanto más profunda, más indecible) y los puteo porque evoco a mi amado viejo, el Dr. Pichon R., tan hijo de puta como nunca lo será ninguno de los mediquitos (tan buenos, hélas!) de esta sala,
pero mi viejo se me muere y éstos hablan y, lo peor, éstos tienen cuerpos nuevos, sanos (maldita palabra) en tanto mi viejo agoniza en la miseria por no haber sabido ser una mierda práctico, por haber afrontado el terrible misterio que es la destrucción de un alma, por haber hurgado en lo oculto como un pirata –no poco funesto pues las monedas de oro del inconsciente llevaban carne de ahorcado, y en un recinto lleno de espejos rotos y sal volcada-
viejo remaldito, especie de aborto pestífero de fantasmas sifilíticos, cómo te adoro en tu tortuosidad solamente parecida a la mía,
y cabe decir que siempre desconfié de tu genio (no sos genial; sos un saqueador y un plagiario) y a la vez te confié,
oh, es a vos que mi tesoro fue confiado,
te quiero tanto que mataría a todos estos médicos adolescentes para darte a beber de su sangre y que vos vivas un minuto, un siglo más,
(vos, yo, a quienes la vida no nos merece)

Sala 18
cuando pienso en laborterapia me arrancaría los ojos en una casa en ruinas y me los comería pensando en mis años de escritura continua,
15 ó 20 horas escribiendo sin cesar, aguzada por el demonio de las analogías, tratando de configurar mi atroz materia verbal errante,
porque –oh viejo hermoso Sigmund Freud- la ciencia psicoanalítica se olvidó la llave en algún lado:
abrir se abre
pero ¿cómo cerrar la herida?

El alma sufre sin tregua, sin piedad, y los malos médicos no restañan la herida que supura.
El hombre está herido por una desgarradura que tal vez, o seguramente, le ha causado la vida que nos dan.
“Cambiar la vida” (Marx)
“Cambiar el hombre” (Rimbaud)
Freud:
“La pequeña A. está embellecida por la desobediencia”, (Cartas…)

Freud: poeta trágico. Demasiado enamorado de la poesía clásica. Sin duda muchas claves las extrajo de “los filósofos de la naturaleza”, de los “románticos alemanes” y, sobre todo, de mi amadísimo Lichtenberg, el genial físico y matemático que escribía en su Diario cosas como:
“El le había puesto nombres a sus dos pantuflas”
Algo solo estaba ¿no?
(¡Oh, Lichtenberg, pequeño jorobado, yo te hubiera amado!)
Y a Kierkegaard
Y a Dostoievski
Y sobre todo a Kafka
a quien le pasó lo que a mí, si bien él era púdico y casto
-“¿Qué hice del don del sexo?” –y yo no soy una pajera como no existe otra;
pero le pasó (a Kafka) lo que a mí:
se separó
fue demasiado lejos en la soledad
y supo –tuvo que saber-
que de allí no se vuelve

se alejó –me alejé-
no por desprecio (claro es que nuestro orgullo es infernal)
sino porque una es extranjera
una es de otra parte,
ellos se casan,
procrean,
veranean,
tienen horarios,
no se asustan por la tenebrosa
ambigüedad del lenguaje
(No es lo mismo decir Buenas noches que decir Buenas noches)
El lenguaje
-yo no puedo más,
alma mía, pequeña inexistente,
decidíte;
te las picás o te quedás,
pero no me toques así,
con pavura, con confusión,
o te vas o te las picás,
yo por mi parte, no puedo más.



Alejandra Pizarnik, 1971
Murió en Buenos Aires, el 25 de septiembre de 1972

Barcelona Poesía completa, Editorial Lumen, 2000

sábado, 15 de noviembre de 2008

ESTRANHA FORMA DE VIDA

,





ESTRANHA FORMA DE VIDA





Foi por vontade de Deus
Que eu vivo nesta ansiedade
Que todos os ais são meus
Que é toda minha a vontade
Foi por vontade de Deus

Que estranha forma de vida
Tem este meu coração
Vive de vida perdida
Quem lhe daria o condão
Que estranha forma de vida

Coração independente
Coração que não comando
Vives perdido entre a gente
Teimosamente sangrando
Coração independente

Eu não te acompanho mais
Pára deixa de bater
Se não sabes onde vais
Porque teimas em correr
Eu não te acompanho mais
Se não sabes onde vais
Pára deixa de bater
Eu não te acompanho mais


Extraña forma de vida

Fue por voluntad de Dios
que vivo con esta ansiedad
Que todos los suspiros son míos
Que toda mi nostalgia
Fue por voluntad de Dios

Que extraña forma de vida
tiene este corazón mío
vive de forma perdida
¿Quien le daría el don?
Que extraña forma de vida

Corazón independiente
corazón que no domino
vives perdido entre la gente
obstinadamente sangrando
Corazón independiente

Yo no te acompaño más
para, deja de latir
si no sabes donde vas
porque te obstinas en correr
yo no te acompaño más











.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Extracción de la piedra de la locura




Alejandra Pizarnik






«Elles, les âmes (...), sont malades et elles souffrent et nul ne leur porte remède; elles sont blessées et brisés et nul ne les panse».

Ruysbroeck




La luz mala se ha avecinado y nada es cierto. Y si pienso en todo lo que leí acerca del espíritu... Cerré los ojos, vi cuerpos luminosos que giraban en la niebla, en el lugar de las ambiguas vecindades. No temas, nada te sobrevendrá, ya no hay violadores de tumbas. El silencio, el silencio siempre, las monedas de oro del sueño.

Hablo como en mí se habla. No mi voz obstinada en parecer una voz humana sino la otra que atestigua que no he cesado de morar en el bosque.

Si vieras a la que sin ti duerme en un jardín en ruinas en la memoria. Allí yo, ebria de mil muertes, hablo de mí conmigo sólo por saber si es verdad que estoy debajo de la hierba. No sé los nombres. ¿A quién le dirás que no sabes? Te deseas otra. La otra que eres se desea otra. ¿Qué pasa en la verde alameda? Pasa que no es verde y ni siquiera hay una alameda. Y ahora juegas a ser esclava para ocultar tu corona ¿otorgada por quién?, ¿quién te a ungido?, ¿quién te ha consagrado? El invisible pueblo de la memoria más vieja. Perdida por propio designio, has renunciado a tu reino por las cenizas. Quien te hace doler te recuerda antiguos homenajes. No obstante, lloras funestamente y evocas tu locura y hasta quisieras extraerla de ti como si fuese una piedra, a ella, tu solo privilegio. En un muro blanco dibujas las alegorías del reposo, y es siempre una reina loca que yace bajo la luna sobre la triste hierba del viejo jardín. Pero no hables de los jardines, no hables de la luna, no hables de la rosa, no hables del mar. Habla de lo que sabes. Habla de lo que vibra en tu médula y hace luces y sombras en tu mirada, habla del dolor incesante de tus huesos, habla del vértigo, habla de tu respiración, de tu desolación, de tu traición. Es tan oscuro, tan en silencio el proceso a que me obligo. Oh habla del silencio.

De repente poseída por un funesto presentimiento de un viento negro que impide respirar, busqué el recuerdo de alguna alegría que me sirviera de escudo, o de arma de defensa, o aun de ataque. Parecía el Eclesiastés: busqué en todas mis memorias y nada, nada debajo de la aurora de dedos negros. Mi oficio (también en el sueño lo ejerzo) es conjurar y exorcizar. ¿A qué hora empezó la desgracia? No quiero saber. No quiero más que un silencio para mí y las que fui, un silencio como la pequeña choza que encuentran en el bosque los niños perdidos. Y qué sé yo qué ha de ser mí si nada rima con nada.

Te despeñas. Es el sinfín desesperante, igual y no obstante contrario a la noche de los cuerpos donde apenas un manantial cesa aparece otro que reanuda el fin de las aguas.

Sin el perdón de las aguas no puedo vivir. Sin el mármol final del cielo no puedo morir.

En ti es de noche. Pronto asistirás al animoso encabritarse del animal que eres. Corazón de la noche, habla.
Haberse muerto en quien se era y en quien se amaba, haberse y no haberse dado vuelta como un cielo tormentoso y celeste al mismo tiempo.

Hubiese querido más que esto y a la vez nada.

Va y viene diciéndose solo en solitario vaivén. Un perderse gota a gota el sentido de los días. Señuelos de conceptos. Trampas de vocales. La razón me muestra la salida del escenario donde levantaron una iglesia bajo la lluvia: la mujer-loba deposita a su vástago en el umbral y huye. Hay una luz tristísima de cirios acechados por un soplo maligno. Llora la niña loba. Ningún dormido la oye. Todas las pestes y las plagas para los que duermen en paz.

Esta voz ávida venida de antiguos plañidos. Ingenuamente existes, te disfrazas de pequeña asesina, te das miedo frente al espejo. Hundirme en la tierra y que la tierra se cierre sobre mí. Éxtasis innoble. Tú sabes que te han humillado hasta cuando te mostraban el sol. Tú sabes que nunca sabrás defenderte, que sólo deseas presentarles el trofeo, quiero decir tu cadáver, y que se lo coman y se lo beban.

Las moradas del consuelo, la consagración de la inocencia, la alegría inadjetivable del cuerpo.

Si de pronto una pintura se anima y el niño florentino que miras ardientemente extiende una mano y te invita a permanecer a su lado en la terrible dicha de ser un objeto a mirar y admirar. No (dije), para ser dos hay que ser distintos. Yo estoy fuera del marco pero el modo de ofenderse es el mismo.

Briznas, muñecos sin cabeza, yo me llamo, yo me llamo toda la noche. Y en mi sueño un carromato de circo lleno de corsarios muertos en sus ataúdes. Un momento antes, con bellísimos atavíos y parches negros en el ojo, los capitanes saltaban de un bergantín a otro como olas, hermosos como soles.

De manera que soñé capitanes y ataúdes de colores deliciosos y ahora que tengo miedo a causa de todas las cosas que guardo, no un cofre de piratas, no un tesoro bien enterrado, sino cuantas cosas en movimiento, cuantas pequeñas figuras azules y doradas gesticulan y danzan (pero decir no dicen), y luego está el espacio negro -déjate caer, déjate caer-, umbral de la más alta inocencia o tal vez tan sólo de la locura. Comprendo mi miedo a una rebelión de las pequeñas figuras azules y doradas. Alma partida, alma compartida, he vagado y errado tanto para fundar uniones con el niño pintado en tanto que objeto a contemplar, y no obstante, luego de analizar los colores y las formas, me encontré haciendo el amor con un muchacho viviente en el mismo momento que el del cuadro se desnudaba y me poseía detrás de mis párpados cerrados.

Sonríe y yo soy una minúscula marioneta rosa con un paraguas celeste yo entro por su sonrisa yo hago mi casita en su lengua yo habito en la palma de su mano cierra sus dedos un polvo dorado un poco de sangre adiós oh adiós.

Como una voz no lejos de la noche arde el fuego más exacto. Sin piel ni huesos andan los animales por el bosque hecho cenizas. Una vez el canto de un solo pájaro te había aproximado al calor más agudo. Mares y diademas, mares y serpientes. Por favor, mira cómo la pequeña calavera de perro suspendida del cielo raso pintado de azul se balancea con hojas secas que tiemblan en torno a ella. Grietas y agujeros en mi persona escapada de un incendio. Escribir es buscar en el tumulto de los quemados el hueso del brazo que corresponda al hueso de la pierna. Miserable mixtura. Yo restauro, yo reconstruyo, yo ando así de rodeada de muerte. Y es sin gracia, sin aureola, sin tregua. Y esa voz, esa elegía a una causa primera: un grito, un soplo, un respirar entre dioses. Yo relato mi víspera. ¿Y qué puedes tú? sales de tu guarida y no entiendes. Vuelves a ella y ya no importa entender o no. Vuelves a salir y no entiendes. No hay por donde respirar y tú hablas del soplo de los dioses.

No me hables del sol porque me moriría. Llévame como a una princesita ciega, como cuando lenta y cuidadosamente se hace el otoño en un jardín.

Vendrás a mí con tu voz apenas coloreada por un acento que me hará evocar una puerta abierta, con la sombra de un pájaro de bello nombre, con lo que esa sombra deja en la memoria, con lo que permanece cuando avientan las cenizas de una joven muerta, con los trazos que duran en la hoja después de haber borrado un dibujo que representaba una casa, un árbol, el sol y un animal.

Si no vino es porque no vino. Es como hacer el otoño. Nada esperabas de su venida. Todo lo esperabas. Vida de tu sombra ¿qué quieres? Un transcurrir de fiesta delirante, un lenguaje sin límites, un naufragio en tus propias aguas, oh avara.

Cada hora, cada día, yo quisiera no tener que hablar. Figuras de cera los otros y sobre todo yo, que soy más otra que ellos. Nada pretendo en este poema si no es desanudar mi garganta.

Rápido, tu voz más oculta. Se transmuta, te transmite. Tanto que hacer y yo me deshago. Te excomulgan de ti. Sufro, luego no sé. En el sueño el rey moría de amor por mí. Aquí, pequeña mendiga, te inmunizan. (Y aún tienes cara de niña; varios años más y no le caerás en gracia ni a los perros).

mi cuerpo se abría al conocimiento de mi estar
y de mi ser confusos y difusos
mi cuerpo vibraba y respiraba
según un canto ahora olvidado
yo no era aún la fugitiva de la música
yo no sabía el lugar del tiempo
y el tiempo del lugar
en el amor yo me abría
y ritmaba los viejos gestos de la amante
heredera de la visión
de un jardín prohibido


La que soñó, la que fue soñada. Paisajes prodigiosos para la infancia más fiel. A falta de eso -que no es mucho-, la voz que injuria tiene razón.

La tenebrosa luminosidad de los sueños ahogados. Agua dolorosa.

El sueño demasiado tarde, los caballos blancos demasiado tarde, el haberme ido con una melodía demasiado tarde. La melodía pulsaba mi corazón y yo lloré la pérdida de mi único bien, alguien me vio llorando en el sueño y yo expliqué (dentro de lo posible), palabras buenas y seguras (dentro de lo posible). Me adueñé de mi persona, la arranqué del hermoso delirio, la anonadé a fin de serenar el terror que alguien tenía a que me muriera en su casa.

¿Y yo? ¿A cuántos he salvado yo?

El haberme prosternado ante el sufrimiento de los demás, el haberme acallado en honor de los demás.
Retrocedía mi roja violencia elemental. El sexo a flor de corazón, la vía del éxtasis entre las piernas. Mi violencia de vientos rojos y de vientos negros. Las verdaderas fiestas tienen lugar en el cuerpo y en los sueños.

Puertas del corazón, pero apaleado, veo un templo, tiemblo, ¿que pasa? No pasa. Yo presentía una escritura total. El animal palpitaba en mis brazos con rumores de órganos vivos, calor, corazón, respiración, todo musical y silencioso al mismo tiempo. ¿Qué significa traducirse en palabras? Y los proyectos de perfección a largo plazo; medir cada día la probable elevación de mi espíritu, la desaparición de mis faltas gramaticales. Mi sueño es un sueño sin alternativas y quiero morir al pie de la letra del lugar común que asegura que morir es soñar. La luz, el vino prohibido, los vértigos, ¿para quién escribes? Ruinas de un templo olvidado. Si celebrar fuera posible.

Visión enlutada, desgarrada, de un jardín con estatuas rotas. Al filo de la madrugada los huesos te dolían. Tú te desgarras. Te los prevengo y te lo previne. Tú te desarmas. Te lo digo, te lo dije. Tú te desnudas. Te desposees. Te desunes. Te lo predije. De pronto se deshizo: ningún nacimiento. Te llevas, te sobrellevas. Solamente tú sabes de este ritmo quebrantado. Ahora tus despojos, recogerlos uno a uno, gran hastío, en dónde dejarlos. De haberla tenido cerca, hubiese vendido mi alma a cambio de invisibilizarme. Ebria de mí, de la música, de los poemas, por qué no dije del agujero de ausencia. En un himno harapiento rodaba el llanto por mi cara. ¿Y por qué no dicen algo? ¿Y para qué este gran silencio?














Pintura:

Época
Siglo XV. Gótico Flamenco
Último Tercio
Nombre:
Extracción de la piedra de la locura

Descripción:
1475-1480. Óleo sobre tabla. 48 x 35 cm. Museo del Prado. Madrid. España.
Autor:
El Bosco (Jeroen Anthoniszoon van Aeken)






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