RIACHUELO DE LA VILLETTE
Cualquier tarde.
Yo anduve por sus muelles
sombríos, largos, de fluviales nombres
-Marne, Loire, Oise, Seine-:
las aguas sucias de petróleo y aceite.
hablo del Riachuelo proletario, abandonado
a los pies de París,
arrastrándose
igual que esos pontones de maderas cansadas
que cargan vino, cemento, cereales
y por la noche cuidan los perros guardianes.
Esos perros lanudos, atorrantes, tan humanos,
de sordos ladridos y turbias miradas
que a veces cuelgan en los viejos puentes
una tristeza dolorosa y extraña.
Boliches para obreros y ladrones
que al mediodía comen carne de buey y hablan
de cosas importantes.
Mostradores maduros de puñetazos y canciones,
moscas aplastadas contra los vidrios por los mocosos sin
calzones.
Riachuelo escurridizo, estrecho, verdoso, gris, nublado
casi siempre
su cielo de taller, de aserradero, de molino harinero,
su horizonte de fábricas en donde
sueñan las chimeneas.
Calles tortuosas y húmedas que mueren en sus bordes,
calles angostas de sonoros nombres,
de alzados nombres populares
queridos al oído de sus habitantes.
Calles que vienen de los mataderos
y traen todo el rumor y todo el polvo de ese arrabal
de las insurrecciones, de las resignaciones, de los asesinatos
y los entierros pobres,
de las ferias trashumantes y los circos sin nombre.
Bassin de la Villette, tan humilde, tan trágico,
hermanito menor del Sena, desheredado.
Una tarde, a la hora en que los niños pobres vuelven de las
escuelas
y orinan graciosamente en tus orillas.
RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “La calle del agujero en la media”
LOS AVIONES
Las luces se apagaron ante el torrente súbito,
el gran Tomate Histórico se instaló en las afueras.
Los huevos que cayeron inventaron al Bosco.
Parecía mentira tanta muerte a pedazos.
Tanta muerte a torrentes hacia la mar corriendo,
hacia la mar remota de desiertos poblados,
hacia la oscura noche de la perfecta ausencia
que apenas entrevemos cuando estamos dormidos.
Después la calma ardiente y violenta de un trópico
de sangre y humo bajo las ruinas de la luna.
Los perros que tenían el secreto del miedo
lamieron los escombros de la pálida sombra.
Los tranvías llevados a encerrar, retornaron;
la Cibeles detuvo sus leones heridos;
un lobo aullante, largo, se instaló en la avenida.
La sirena anunciaba el crimen ya pasado.
La sonrisa no había sucumbido del todo.
Un pueblo enamorado de la vida sacaba
de su dolor antiguo, universal y abierto,
la fuerza necesaria para una sonrisa.
RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “La muerte en Madrid”
POEMA QUE COMPUSO
JUANCITO CAMINADOR
PARA LA SUPUESTA MUERTE
DE JUANCITO CAMINADOR
Juancito Caminador...
Murió en un lejano puerto
el prestidigitador.
Poca cosa deja el muerto.
Terminada su función
-canción, paloma y baraja-
todo cabe en una caja.
Todo, menos la canción.
Ponle luto a la pianola,
al conejito, a la estrella,
al barquito, a la botella,
al botellón, a la bola.
Música de barracón
-canción, baraja y paloma-,
flor de trapo sin aroma.
Todo, menos la canción.
Ponle luto a la veleta,
al gallo, al reloj de cuco,
al fonógrafo, al trabuco,
al vaso y a la carpeta.
Su prestidigitación
-canción, paloma y baraja-
el tiempo humilla y ultraja.
Todo, menos la canción.
Mucha muerte a poca vida.
¡Que lo entierre de una vez
la Reina del Ajedrez
y un poeta lo despida!
Truco mágico, ilusión
-canción, baraja y paloma-
que todo en broma se toma.
¡Todo, menos la canción!
RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “Los caprichos de Juancito Caminador”
EL VISITANTE
“El poeta es un espía de dios.”
shakespeare
Cuando el invierno vele los fantasmas azules
de la niebla en el barrio
y ya sean memoria la mudanza, el entierro del gorrión,
el domingo,
y los libros se callen en las estanterías
para que vuelva sin temor el grillo
del hogar, fugitivo de un distante verano,
preguntará al olvido
dónde se oculta el espía del tiempo,
en qué relojería, en qué almanaque,
en qué caja de música
abandonada por un niño
y junto a cuál de las sutiles ventanas del crepúsculo
donde sólo hacia adentro puede asomarse uno
la saudade construye sus delicados puentes.
Y desde qué clavel del aire
o qué alga marina, o qué arpa de Harpo Marx
apareciendo en un desván, de súbito,
el porvenir –que es poeta- nos mira.
RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “Poemas para el atril de una pianola”
BLUES DE LA ISLA DE PAPEETE
No sé por qué una estatua musgosa, rota con un hilo
de agua verde en la podrida piedra; no sé por qué
me ha hecho recordar Papeete, adonde van a refugiarse
los fracasados de la aventura, la resaca...
¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra?
Le diré que detrás de la estatua rota hay chimeneas,
usinas, niños que juegan en las rampas y desocupados
al pie de las cocinitas.
Le diré que delante de la estatua rota se extiende la rambla salada
de todos los vientos y el mar abierto de todos los caminos.
¿En que pueblo, en qué ciudad azul y olvidada, en qué ciudad
con corazón de isla he visto la estatua rota que me hizo
recordar Papeete?
¿Cuándo he visto Papeete yo, recortado en un muro sonoro,
bajo la lluvia intermitente y huidiza de los ukeleles?
Charles Simonds acaba de servirme un “Mint juleps” y luego
me tomaré un “Tom Collins”.
¿A dónde van las cartas perdidas, las fotografías de estrellas
desaparecidas, los gritos de tantos niños abandonados,
las voces desatadas de tantos imposibles amores?
¿Por qué encuentro tantos subpaisajes, tantos submundos
y nadie quiere creerme y nadie me hace caso mientras
en el Dispensario gritan las parturientas?
Si yo te llevara conmigo, si te dijera: Mira. Quizá tú, espantada,
exclamarías: “¡Madre, el vecino del segundo se ha vuelto loco!”
Y soy tan humano, impresionable y terrible como un niño.
Cuidando y observando siempre las vidas y las muertes de los otros;
sin cuidar de mi vida y de mi muerte.
Porque cada uno lleva su vida y su muerte consigo.
¡Lejana luna de maremoto! Sería lindo ser poeta para cantarla.
Sólo he podido verla desde un ojo de buey, porque yo estaba
en el sueño.
Y todos estamos presos en el sueño.
Y todos somos el sueño de Dios. Él nos está soñando y nosotros
creemos que verdaderamente vivimos. (Qué hermosa idea
se me ha ocurrido, pero sin duda falsa, tan falsa como mi viaje
a la isla de Papeete).
Porque cada uno es real.
Porque el alma, los sueños, el clima humano, son realidad.
Porque cada uno lleva su vida y su muerte consigo
y eso es también hermoso.
Argentina-1905
De “El otro lado de la estrella”
1 comentario:
Buscando a González Tuñón llegué a tu blog, me gustó !!!
Josefina
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